No es la frontera, es el color de nuestra piel
Ser un migrante de color en Estados Unidos no es solo cruzar una frontera física. Es vivir todos los días con la carga de una sospecha. Es ver cómo tu piel habla por ti antes de que abras la boca, cómo tu acento es escuchado como amenaza, cómo tu trabajo es invisibilizado y tu humanidad cuestionada.