No queda de otra más que recurrir al Plan B. Para los activistas migratorios, el Plan B es forzar a Obama a parar las deportaciones (“Si Obama no las para las paramos nosotros”, dice algunos compañeros), con la amenaza de que en las elecciones intermedias del 2014 nadie va a votar por los Demócratas si su presidente sigue deportando 1500 personas al día. Pero para los Demócratas, al fin y al cabo dueños de las organizaciones dizque no-lucrativas que viven del cuento de la “reforma migratoria”, el Plan B es otro: asegurarse de que no haya ninguna reforma para culpar a los Republicanos y que nadie vote por ellos en 2014.

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